Todos nosotros tenemos en ocasiones una sensación
bastante negativa sobre nosotros mismos, una sensación de incomodidad por
quiénes somos. Esta sensación puede aparecer de vez en cuando o puede estar ahí
acompañándonos constantemente. Nos hace dudar de nuestros pensamientos y
sentimientos, nos puede hacer sentir vergüenza, ansiedad o, en el peor de los
casos, llegar a deprimirnos. Y, con frecuencia, esta sensación aparece justo
cuando más necesitamos sentirnos seguros de lo que estamos haciendo. El resultado
de todo esto es lo que hoy conocemos como “baja autoestima”, el problema más
común tratado por psicoterapeutas y la raíz de otros muchos problemas
psicológicos. Sin embargo, aunque conocemos cada día mejor el constructo, la
minusvaloración de nosotros mismos sigue causándonos problemas. La
investigación ya ha demostrado que el pensamiento y las autoafirmaciones
positivas pueden hacer que las personas con baja autoestima se sientan aún
peor.
Parece haber una tendencia natural a la comparación de
unos con otros y las personas que acuden a una consulta de psicoterapia suelen
verse peor que aquéllos con quienes se comparan. Junto a esto, también hay otra tendencia natural a
unirnos, a apegarnos, a apoyarnos los unos en los otros. Parece que las
personas que acuden buscando ayuda son precisamente aquellas más tendentes a
unirse que a compararse. Aún así, la comparación es una conducta natural,
innata, aunque sea contraria a la tendencia también innata de unirse, de
apegarse. Tendemos a ver a los demás más como competidores que como apoyos.
Tanto las comparaciones como la búsqueda de apegos
juegan un papel central en casi todos nuestros problemas y relaciones
personales, incluido el problema de la minusvaloración.
¿Cuál es, por tanto, el problema de la “baja autoestima”?
Que implica comparaciones. Pero podemos decir que: a) el problema es una
autoevaluación inexacta, una minusvaloración del yo; y b) si la baja autoestima
es tan difícil de cambiar, tal vez haya razones biológicas que la explican, en
lugar de la comparación con otros. En este caso, ¿qué razones podrían ser?
¿Comprenderlas podría ayudarnos a paliar esta amplia minusvaloración?
En principio, el nivel de autoestima de una persona no
tiene una correlación directa con la alta sensibilidad. Como señala Elaine
Aron, una persona con alta sensibilidad que haya tenido una buena infancia
tenderá a tener una autoestima más sólida que la población general en la edad
adulta, si bien los traumas sufridos durante la primera etapa de la vida
impactarán de una forma más intensa en estas personas y en su autoestima.
En la práctica, el contraste entre el nivel de
sensibilidad de las personas con alta sensibilidad y el de la media de la
población así como la consideración negativa que tiene este rasgo de
personalidad en la mayoría de las sociedades occidentales dan lugar a una merma
considerable en el autoconcepto y la autoestima de estas personas. Por eso, uno
de los problemas recurrentes en las personas con alta sensibilidad es una baja
autoestima.
De la misma manera que podemos controlar nuestros
impulsos sexuales, o algunos miedos innatos (a la altura, la sangre, las
serpientes…), de la misma manera podemos aprender a controlar nuestra tendencia
a minusvalorarnos. En esta parte del taller, revisaremos cómo los factores innatos
contribuyen a la minusvaloración del yo.
Todo esto me lleva a pensar, que para tener una buena autoestima, tienes que pasar bastante del entorno que te rodea, incluidas las personas con las que convives, integrarse en un "grupo" sea el que sea, hace que tengas que dejar de lado muchas cosas importantes para tí, y es ahí precisamente donde comienza el problema, o compartir o mantener tu individualidad. ¿Se puede tener una autoestima alta sin ser "un psicópata"?
ResponderEliminarPerdón, quise decir sociópata
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