lunes, 20 de febrero de 2017

Trabajar la autoestima


Todos nosotros tenemos en ocasiones una sensación bastante negativa sobre nosotros mismos, una sensación de incomodidad por quiénes somos. Esta sensación puede aparecer de vez en cuando o puede estar ahí acompañándonos constantemente. Nos hace dudar de nuestros pensamientos y sentimientos, nos puede hacer sentir vergüenza, ansiedad o, en el peor de los casos, llegar a deprimirnos. Y, con frecuencia, esta sensación aparece justo cuando más necesitamos sentirnos seguros de lo que estamos haciendo. El resultado de todo esto es lo que hoy conocemos como “baja autoestima”, el problema más común tratado por psicoterapeutas y la raíz de otros muchos problemas psicológicos. Sin embargo, aunque conocemos cada día mejor el constructo, la minusvaloración de nosotros mismos sigue causándonos problemas. La investigación ya ha demostrado que el pensamiento y las autoafirmaciones positivas pueden hacer que las personas con baja autoestima se sientan aún peor.
Parece haber una tendencia natural a la comparación de unos con otros y las personas que acuden a una consulta de psicoterapia suelen verse peor que aquéllos con quienes se comparan. Junto a esto, también hay otra tendencia natural a unirnos, a apegarnos, a apoyarnos los unos en los otros. Parece que las personas que acuden buscando ayuda son precisamente aquellas más tendentes a unirse que a compararse. Aún así, la comparación es una conducta natural, innata, aunque sea contraria a la tendencia también innata de unirse, de apegarse. Tendemos a ver a los demás más como competidores que como apoyos.
Tanto las comparaciones como la búsqueda de apegos juegan un papel central en casi todos nuestros problemas y relaciones personales, incluido el problema de la minusvaloración.
¿Cuál es, por tanto, el problema de la “baja autoestima”? Que implica comparaciones. Pero podemos decir que: a) el problema es una autoevaluación inexacta, una minusvaloración del yo; y b) si la baja autoestima es tan difícil de cambiar, tal vez haya razones biológicas que la explican, en lugar de la comparación con otros. En este caso, ¿qué razones podrían ser? ¿Comprenderlas podría ayudarnos a paliar esta amplia minusvaloración?
En principio, el nivel de autoestima de una persona no tiene una correlación directa con la alta sensibilidad. Como señala Elaine Aron, una persona con alta sensibilidad que haya tenido una buena infancia tenderá a tener una autoestima más sólida que la población general en la edad adulta, si bien los traumas sufridos durante la primera etapa de la vida impactarán de una forma más intensa en estas personas y en su autoestima.
En la práctica, el contraste entre el nivel de sensibilidad de las personas con alta sensibilidad y el de la media de la población así como la consideración negativa que tiene este rasgo de personalidad en la mayoría de las sociedades occidentales dan lugar a una merma considerable en el autoconcepto y la autoestima de estas personas. Por eso, uno de los problemas recurrentes en las personas con alta sensibilidad es una baja autoestima.
De la misma manera que podemos controlar nuestros impulsos sexuales, o algunos miedos innatos (a la altura, la sangre, las serpientes…), de la misma manera podemos aprender a controlar nuestra tendencia a minusvalorarnos. En esta parte del taller, revisaremos cómo los factores innatos contribuyen a la minusvaloración del yo.


Autocuidado. Salud general y manejo del estrés


     
Recordemos nuestra definición de la alta sensibilidad como una elevada sensibilidad o reactividad a los estímulos del sistema neurosensorial, es decir, una mayor receptividad a la estimulación del sistema nervioso central. Como consecuencia de ello, las personas altamente sensibles (PAS) son más vulnerables a la estimulación:
·     Desde el punto de vista físico, su cuerpo reacciona de forma más intensa a los estímulos. 
·     Desde el punto de vista cognitivo, se saturan antes de información.
·     Desde el punto de vista emocional, las actitudes de los demás les afectan más y la afectividad es mayor, teniendo reacciones emocionales más intensas.
Es por ello que los PAS requieren de cuidados especiales. Cuando conocen sus especiales necesidades y se cuidan de forma adecuada, pueden llegar a tener una mejor salud física que la población general, mientras que de lo contrario su salud se resiente antes, ya que su organismo es especialmente delicado y el impacto sobre él de los malos hábitos de vida es mayor. Es importante que cuiden sus hábitos de sueño, descanso, dieta y ejercicio físico.
Al igual que ocurre con la salud física, los PAS que han tenido una buena infancia, con un estilo de sujeción seguro con sus cuidadores principales y una adecuada satisfacción de sus necesidades físicas y emocionales, tienden a tener una mejor salud mental y psicológica que la población general. Sin embargo, también se ven afectadas de un modo más intenso por la falta de tales condiciones durante los primeros años de vida, pudiendo arrastrar mayores secuelas al llegar a la edad adulta en el caso de haber sufrido negligencia, abandono físico o emocional, abuso o simplemente un estilo de sujeción no seguro (ansioso,  evitativo, ambivalente o desorganizado).
Por su mayor receptividad y reactividad a los estímulos, los PAS tienen tendencia a sobreactivarse hasta llegar a saturarse por un exceso de información. La sobreactivación prolongada o crónica eleva los niveles de estrés y provoca agotamiento a nivel físico, intelectual y emocional, constituyendo un factor de riesgo que puede desembocar en enfermedades como la ansiedad, la depresión o el síndrome del quemado o burn out. Por eso se dice que los PAS tienen un umbral de estrés más bajo que la mayoría de la población. La subida en los niveles de estrés reduce hasta llegar a bloquear muchos de los dones de estas personas, como la empatía, la creatividad o la intuición, así como su capacidad de reflexión. Resulta, pues, esencial prevenir la sobreestimulación y saturación sensorial, en especial cuando son prolongadas o se presentan con carácter crónico, así como aprender a manejar el estrés.
Por último, también a nivel emocional los PAS son más reactivos y se ven afectados de un modo más intenso por el entorno, por lo que también en este ámbito necesitan cuidarse de un modo especial. Elaine Aron alude a un enfoque cuádruple a la hora de abordar el cuidado emocional de estas personas, atendiendo a los siguientes aspectos:
1.  Autoconocimiento.
2.  Reestructuración cognitiva.
3.  Sanación de las heridas del pasado.
4.  Aprender a sentirse bien en el mundo.